En este vida donde los cuerpos son energía, y de la energía se desprende el movimiento, y en este ultimo la razón...
En este ciclo, entre deseo y el pensamiento, dominados por los sentidos; el corazón necesita de la razón para hacer poesía, y la razón de la mística para construirlos los versos. La enajenación de los sentidos en el cuerpo.
Esta mística que nos previene y nos aleja, que nos une y nos cerca, que nos propone ser uno con el otro, en especial cuando desvistes sus ojos y nos entrevemos en las sombras de nuestro erotismo.
En la morada pulcra de su esencia entre el cáliz de sus besos y los destellos del pensamiento, de la razón que nos domina y nos ata, que nos une, domados por la empatia del gustos y la sinceridad de la conciencia.
Ella es entonces la poética y su cuerpo, sus pezones y sus caderas, su rostro dulce, sus labios y sus ojos, entre los besos furtivos y la pasión que nos muestra: la razón y el equilibrio de toda luz, en toda esencia.
Ahora, entre la razón y el corazón no debe existir nostalgias, porque el ser uno en todo sentido y en toda esencia es el llamado de la luz en la existencia.
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